domingo, 3 de mayo de 2015


 Yo he estado aquí.

Puerta de Toledo de Ciudad Real 

Declarada en 1915, monumento nacional es de los pocos restos que se conservan de la antigua muralla que rodeaba la ciudad. Siglos XIII-XV. construida en 1.328 en espléndido gótico-mudéjar con arcos ojivales y túmidos en el reinado de Alfonso XI, representa el símbolo de la ciudad, su mascota. Resto de aquellas connivencias -y felices convivencias- entre musulmanes, judíos y cristianos. Una reliquia, una superviviente bien tratada, que aparece impertérrita en el inicio de la vía toledana, por la que en su momento debieron llegar a la ciudad las mayores glorias, sin que fuera capaz de sustraerse a alguna de sus derrotas.


          Para dar cuenta cumplida de este precioso resto de la arquitectura militar del siglo XIV, creemos lo más conducente trascribir íntegro el INFORME que obra en esta Comisión de Monumentos, presentado por el Sr. D. Casimiro Piñera y Naredo, hoy Prelado ilustre de esta diócesis, en 27 de Enero de 1891, el que escribió en virtud de encargo de dicha Comisión.

Hallase emplazada esta puerta al fin de la espaciosa y larga calle de Toledo y principio del antiguo camino que conduce á la ciudad del mismo nombre. Componénla seis arcos de esbelta y variada forma, flanqueados por dos fuertes torreones de planta rectangular y de doce metros de altura por cuatro de frente. Su fábrica es de mampostería gruesa en los lienzos y de siIlares en los angulos, esquinas y arcos y la piedra caliza, de esta localidad. Indudablemente estuvo antes coronada de almenas con sus correspondientes parapetos, mas hoy se encuentra despojada de estas defensas y adornos.

De uno á otro torreón avanzan sus seis arcos, de los cuales, los tres que caen hacia el campo, si bien diferentes entre si, corresponden y son exacta y respectivamente iguales á los otros tres, que caen hacia la ciudad, formando graciosa combinación, variada en los detalles y perfectamente eurítmica y armónica en el conjunto.

El primero, tanto de la parte de la ciudad como del campo, es de estilo ojival, del segundo período en sus comienzos y figura apoyarse sobre columnas de alto relieve adosadas á los muros laterales, de los que arrancan á unos cuatro metros del suelo, con fustes cilíndricos y capiteles cónicos, exornados de hojas de vid, con solo un espesor de cuarenta centímetros y ostentando su clave á la altura de nueve metros del suelo, aparece este arco ligero y atrevido, gallardo y gentil.

El siguiente (también á una y otra parte, en dirección del centro del paso), de menores dimensiones, descansando sobre pilastras empotradas en los muros y coronadas de impostas, es de los llamados de herradura del primer período de la arquitectura árabe. Hállase completamente separado del primero, en todo su ancho, por una abertura de unos sesenta centímetros de espesor, que bajo el punto de vista estratégico, podía sustituir con ventaja á las buhardas o matacanes.







Estos dos arcos, gótico el uno, árabe el otro, separados entre sí por su parte superior, cobijado éste por aquél y formando ambos armónico y bellísimo conjunto, parecen simbolizar la doble raza de cristianos y mudejares que constituían entonces el núcleo de esta población, amparándose los segundos bajo la noble y franca protección de los primeros, y viviendo, á pesar de sus distintas creencias religiosas, en la mejor paz y harmonía, y hasta mutuamente contentos y satisfechos.

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